Basura no compartida

Basura no compartida, de Daniel Aragonés

Título: Basura no compartida
Autor: Daniel Aragonés Cuesta

Pocos libros he leído tan viscerales, sórdidos, sangrientos, sucios, rápidos, brutales, entretenidos hasta causar adicción, grotescos y sin embargo poéticos, como este Basura no compartida, de Daniel Aragonés Cuesta. Leerlo es toda una experiencia debido a su altísima intensidad, en cada una de sus páginas, párrafos e incluso líneas, hasta el punto de que todo el libro es, desde el principio al fin, un solo y alto pico de intensidad, o una cordillera de picos de intensidad, sin apenas valles o momentos de transición. Habrá a quienes desde luego no les guste, y no es imposible que a algunos les produzca cierto asco, no tanto por el estilo (Daniel Aragonés escribe muy bien), sino por las situaciones escatológicas que se suceden una tras otra. Sí, es posible que a algunos no les guste la novela… Pero a nadie  dejará indiferente, pues se trata de una montaña rusa literaria en la cual no paramos de dar vueltas y giros, a velocidad de vértigo. Así pues, hay que abrocharse bien los cinturones antes de empezar por la primera página y tomar una buena bocanada de aire: posiblemente este libro nos va dejar sin respiración.

El protagonista absoluto es Klaus, un escritor que no es solo un hombre fracasado, sino más bien la cosificación humana del propio concepto del fracaso. En el pasado ha probado las mieles del éxito con sus libros, pero su personalidad violenta y autodestructiva, unida a la mala suerte y a la asociación con las típicas personas indebidas y aprovechadas, le han conducido a la ruina económica y moral. Klaus malvive en un agujero infecto del Madrid de la peor calaña, entre prostitutas, rateros, camellos, asesinos, narcotraficantes, vagabundos, buscavidas y otros personajes patéticos y siniestros. Klaus es un alcohólico embrutecido que bebe para olvidar su pasado. A pesar de que parece un cliché, el personaje tiene más facetas, pues también ha encontrado una especie de liberación personal una vez que está en lo más hondo del pozo de la degradación, al haber dejar atrás toda una vida de orden y disciplina que en el fondo no le satisfacía. Klaus siente una atracción natural hacia el caos y el salvajismo, algo que es al mismo tiempo una maldición y una liberación, una pasión a la que se entrega por completo, sintiendo a la vez placer y sufrimiento. En cierto modo recuerda a Henry Chinaski, otro escritor borracho, alter ego literario de Charles Bukowski. La sombra de Bukowski cae sobre el libro, pero Daniel Aragonés no se limita a transitar por el molde, sino que lo abandona y a partir de él crea su propia pieza, como es lógico y natural en cualquier escritor maduro, influenciado por sus propios maestros, a los que puede soltar de la mano para caminar con paso firme, por sí mismo. La obra tiene su propia personalidad.

Klaus sobrevive llevando a cabo trapicheos y trabajos para algunos señores de la droga y del crimen; en realidad es un pobre diablo, un peón que sirve como mensajero o como simple «mula». La acción argumental del libro comienza cuando pierde un suculento alijo de droga. Klaus «la ha cagado», como de costumbre, debido a que es un cafre de campeonato al que todo le sale mal, y también a que le han manipulado, engañado y robado. Pero esta vez no se trataba de un negocio de poca monta, sino de mucho dinero. Tanta droga perdida va a despertar la furia de ciertos narcotraficantes con mucho poder que harán rodar cabezas. Cosa previsible, la primera cabeza en rodar debe ser la de Klaus. A partir de aquí la trama se dispara en una serie de aventuras al estilo de un thriller de serie negra: asesinos implacables, mafia, policías corruptos, prostitutas de buen corazón, camellos, navajeros, persecuciones, asesinatos individuales o en masa, disparos, palizas, violencia… Todo ello bañado en alcohol y sangre y salpimentado de tripas, heces y vómito.

Esto podría hacer pensar en una obra fallida, descontrolada, una locura escatológica sin pies ni cabeza con el único propósito de escandalizar. Pero lo admirable es que se trata de una magnífica novela, bien escrita, sólida de principio al fin, sin socavones. Una de las virtudes de Aragonés es su capacidad de hacer creíble el disparate. Esta historia por completo irreal resulta real para el lector, quizás porque en ningún momento el autor trata de engañarnos en cuanto al tono, el continente o el contenido. Desde el principio comprendemos que esto es un Alicia en el País de las Maravillas de tiros y sangre, e igual que las obras de Carroll son verosímiles en su locura, Basura no compartida lo es igualmente porque resulta honesta y honrada y no le hace trampas al lector.

 

Basura no compartida

Daniel Aragonés

 

Así, tenemos unos personajes desquiciados y desequilibrados, todos, del primero al último, hasta el punto de que la normalidad es que no haya normalidad, y por ello podemos creérnoslo todo sin esfuerzo. Los personajes a veces parecen incluso caricaturas, seres grotescos que despiertan tanto la repulsión como la carcajada. Pero también son muy humanos en sus pasiones y motivaciones. Hay espacio para el amor y la ternura, que Daniel Aragonés también sabe mostrar y dosificar. Sus personajes actúan con soltura y resultan interesantes y atractivos.

La violencia es también mayúscula, así como la escatología. Nos encontramos con un Madrid encharcado en sangre y cadáveres que resulta casi un siniestro viaje alucinógeno. Mientras leía este libro recordaba la novela Miedo y asco en las Vegas, de Hunter S. Thompson, o la película Snatch, cerdos y diamantes, de Guy Ritchie, pues también goza de esa intensidad y locura descontroladas y al mismo tiempo creíbles en su propio contexto. Casi sobra decir que los hechos narrados son en sí mismos muy entretenidos. No hay lugar para el aburrimiento en esta novela.

Uno de los aciertos de Daniel Aragonés es la distorsión del tiempo narrativo, es decir, el uso de saltos hacia atrás en el tiempo (los famosos flashbacks). De este modo, primero nos mete de lleno en situaciones sorprendentes que nos descuadran, para explicarnos poco después lo que de veras ocurrió y por qué ocurrió. También es buena su capacidad para unir las distintas tramas e hilos en una sola historia, más gruesa y rica.

Quizás el desacierto de Basura no compartida  es al mismo tiempo su virtud: analizados con frialdad, los hechos y situaciones resultan demasiado increíbles, y la exageración puede resultar a veces excesiva. Pero esa es al mismo tiempo la fuerza volcánica del libro, lo que lo hace poderoso. El único y objetivo error que le encuentro es que, en unas pocas ocasiones, el narrador en primera persona (Klaus) nos cuente desde su propia óptica personal situaciones en las que él no estuvo presente, cosa que resulta imposible.

Pero estos escollos son menores y no impedirán disfrutar de Basura no compartida, que no tiene medias tintas: o te encanta o te disgusta. En todo caso, y dentro de su propios objetivos literarios, es una novela efectiva y bien escrita. Daniel Aragonés se desenvuelve como pez en el agua en la visceralidad y la rapidez, pero también puede lucirse a veces con una buena prosa poética, donde saca su lado más virtuoso…, que no pomposo, porque incluso entonces la obra sigue siendo honesta y honrada, sin tratar de aparentar nada que realmente no sea.

Por todo lo expuesto y por otras cosas que sin duda se han quedado fuera del teclado, Basura no compartida se trata de una novela muy interesante, una pequeña joya, tan brillante como sórdida.

Podéis comprar Basura no compartida aquí.

Andrés Díaz Sánchez

 

 

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