Haciendo trampas con los superhéroes

En este artículo voy a tratar de explicar por qué cambiar el color, el sexo o la preferencia sexual de un personaje ya creado y diseñado supone hacer trampas, de la manera más grosera y aprovechada, y por supuesto supone lesionar o incluso destruir a tal personaje. Creo que no debería ni siquiera hacer falta explicarlo, pero cuando una mentira es repetida mil o decenas de miles o centenares de miles de veces, esa mentira se convierte en “verdad”, o al menos en un sucedáneo de verdad, debido a la fuerza de los hechos consumados.

Vimos a algún que otro dios o semidiós asgardiano de piel negra en el cine, para asombro y sonrisa incrédula de muchos. Ahora nos enteramos de que Hawkman, superhéroe de piel blanca, pasará a tenerla negra en el cine. Y de que se baraja crear una versión de Spiderman bisexual “con novio” (textualmente). Esta última información la he leído aquí.

Así pues, parece que debe hacerse un poco de pedagogía en cuanto a la creación y desarrollo de personajes, lo que significan, qué parámetros deben respetarse en ellos, y aún más, cómo deberían ser los personajes superheroicos, tal y como es entendido el universo conceptual de los superhéroes, tal y como realmente es. No faltará quien me acuse de homófobo o racista y no voy a perder ni un segundo tratando de desmentirlo o excusarme. Me parece que este asunto es como el cuento del traje nuevo del emperador: todos ven que el emperador está desnudo pero temen decírselo por temor a hacer el ridículo. Ahora se le teme a la corrección política y se teme señalar algo estúpido y absurdo, hasta que algún bufón aparece para dar la nota. Ya somos muchos los bufones que señalamos que el emperador no lleva ningún traje, y cada vez hay más bufones que lo dicen a las claras. Pero no está de más volver a repetirlo. Otra estrategia de control es dejarlo todo reducido al término hater, el malvado criticón que daña la sensibilidad de los aficionados a una película, un cómic, un libro o un personaje. Por tanto, la opinión queda reducida a dos categorías: lovers & haters. La capacidad crítica es solo para haters y la alabanza infinita para los lovers. Todo está envuelto en emocionalidad y el análisis frío no existe.

 

 

Si escribo esto es porque amo el universo de los superhéroes. Crecí leyendo todas esas maravillosas series de Marvel y DC, he pasado muchos de mis mejores momentos sumergido en las viñetas de esos tebeos y aunque ya apenas leo este tipo de comics, creo entender las claves que hay detrás y también entiendo lo que está ocurriendo ahora, y por qué. No hace falta ser muy sabio para verlo, solo hace falta no inventarse ningún traje para el emperador, que sigue desnudo ante todos.

Creo que fue Raymond Chandler quien dijo que cuando uno escribe y crea personajes e historias, se juega un juego elegante con el lector. Uno establece premisas sólidas que el lector puede recorrer con facilidad, uno ha de crear personajes consistentes y verosímiles que gocen de coherencia interna (lo cual no quiere decir que no cambien y evolucionen, pero respetando sus normas básicas), y uno los hace interactuar en un universo ficticio, de una manera también verosímil y coherente. El lector sabe que todo es una mentira y acepta ese juego; el lector quiere creerse la mentira y para creérsela, la mentira debe funcionar bien por sí misma, debe ser fuerte y atractiva y crecer y hacerse compleja. Sobre todo, y esto es lo importante, el escritor nunca debe hacerle trampas al lector. El escritor no debe tratar de engañar al lector, no debe nunca pasarse de listo con él ni ser deshonesto. No puede cambiar las reglas a mitad de partido. No puede tratarle de manera excesivamente indulgente porque el lector sentiría que le toman por bobo, ni puede ser excesivamente enrevesado porque entonces el lector no entiende nada y lo deja. El lector debe ser respetado y, si se puede, entendido. El autor debe recorrer esa fina línea en el punto medio y se establece una sutil comunicación entre el lector y él, una relación maravillosa e íntima. Pero si el autor no respeta sus propias premisas ni las reglas de su propio juego está engañando al lector, le toma por idiota y a nadie le gusta sentirse engañado ni estafado. El lector no se lo perdonará.

¿Es realmente necesario decir que el sexo, el color de la piel, la identidad sexual o las apetencias sexuales son parte troncal no solo de cualquier personaje, sino de cualquier persona de la vida real? Esto es algo que ningún autor de ficción en su sano juicio osaría siquiera pensar en cambiar en uno de sus personajes. Si a cualquiera de nosotros nos dijeran que por cambiarnos de color la piel, o por cambiarnos el sexo, o por cambiarnos la afinidad sexual, “seguiremos siendo la misma persona y no pasa nada”… ¿Cuánto tiempo tardaríamos en mandarle al carajo? El personaje de ficción merece tanto respeto como tú, como yo y como cualquiera. En su propio universo él es una persona. Si le cambias el sexo, la identidad sexual, el color de la piel, simplemente ya no es él: has creado otro personaje totalmente distinto. Has desintegrado al anterior. ¿De veras es necesario explicar esto?

Pero aún más: si a un personaje le cambias su ideología política, sus valores, sus creencias o su religión, también lo estás desintegrando. Solo puedes hacerlo si eres un autor formidable y le haces pasar por un proceso de experiencias y crecimiento (o decadencia) tal en su vida, que vaya cambiando poco a poco. Los grandes autores de todos los tiempos saben cómo hacer esto, pero solo gracias a un talento extraordinario y a una capacidad de trabajo aún más grande.

Pero ninguno de estos grandísimos autores, ni siquiera Alan Moore, que supo transformar el universo superheroico en Watchmen o Swamp Thing, porque en primer lugar entendía las reglas y las amaba… ¿Alguno de los grandes guionistas o autores cambiaría el color de la piel a alguien y pretendería hacernos creer que es el mismo? ¿Acaso nos toman por idiotas?

 

 

El color no es solo una mezcla de tinta en el papel, el color tiene implicaciones históricas, experienciales, emocionales y de mil y un tipos importantísimos, troncales en cada personaje. Negar esto sería como negar el sol o la luna. Cambiar el sexo… es aún más radical. Y cambiar el gusto sexual es cambiar la médula de un personaje, porque la afinidad y el gusto sexual (homo, hetero, bi o cualquier otra opción) es algo genético, no se elige, no es algo de quita y pon. No se puede cambiar, como bien demuestran muchos experimentos psicológicos, que por supuesto acabaron en desastre. Los mismos defensores a ultranza de su identidad sexual o racial son los que pretenden cambiar de cuajo la de otros (en este caso, personajes de cómic). Aquí no hay respeto, sino invasión. La orientación sexual o el color suponen un universo distinto de enfoques y experiencias. Cambiar esto de un plumazo no solo es una locura, sino una verdadera falta de respeto hacia el personaje. Es absurdo y es considerarle… nada.

Dichos cambios reflejan precisamente eso: una falta de respeto hacia el personaje y hacia el universo de los superhéroes. Al entrar el universo superheroico en el cine, el cine está redefiniendo sus pautas y claves. O mejor dicho, las retuerce, fuerza y viola. Pero tales claves no se pueden redefinir porque son demasiado profundas. Redefinirlas es como intentar quitarle las vigas maestras a un rascacielos. Caerá y se derrumbará. La visión del cine (caótica y desordenada, donde se mezclan todo tipo de creencias y valores) choca con la visión del cómic de superhéroes, que tiene una estabilidad y una consistencia extraordinarias.

 

El problema es que en la industria del cómic los creadores amaban el universo superheroico por sí mismo. Y en el cine no tienen por qué amarlo ni adorarlo, el universo superheroico pasa a segundo plano, es solo la herramienta, no el fin. También lo han hecho en otros ámbitos, como por ejemplo al adaptar la literatura o la historia al celuloide. En cierto modo era de esperar porque Hollywood es una trituradora de conceptos originales, solo le interesa la taquilla, o imponer modas y estilos. No obstante, al menos si te engañan tienes que saber que te están engañando y si alguien te dice que un triángulo tiene cuatro lados, has de saber que te está mintiendo. Luego, tú aceptarás o no esa mercancía, pero deberías saber lo que compras.

Pero primero hay que entender las claves conceptuales del comic de superhéroes.

En primer lugar, es un universo épico basado en el maniqueísmo: la lucha del Bien contra el Mal. Esta idea es la principal del mundo superheroico: Bien vs. Mal. Malos contra Buenos. Héroes contra Villanos. Puede que haya grises, puede que Lobezno mate y el Profesor X no, pero al final lo más importante es esta lucha y todo lo demás debe quedar supeditado a ella. Es una lucha encarnizada, salvaje, durísima, y solo los más fuertes y resistentes pueden soportarla. La vida privada de Peter Parker ha de ser inmolada en los altares de esta lucha eterna. Los superhéroes sacrifican sus vidas privadas (que suelen ser un desastre) para luchar en su guerra contra el mal. Son soldados, son héroes bíblicos del Antiguo Testamento que se enfrentan al Mal. Ellos son el orden contra el caos. El universo superheroico es tan estable y poderoso, ha durado tanto, porque es una repetición moderna de mitos y arquetipos antiguos, con miles de años de validez probada. Cualquier aspecto, todo, se alimenta de esa lucha.

El problema es que en el cine, ahora, parece que esa lucha maniquea puede pasar a segundo plano. El lector ya empieza a olerse que el universo superheroico va a usarse como palanca para obtener fines sociales y a veces políticos, para empoderar a la mujer, al negro, al homosexual y para crear conciencia. Y para eso no está ni nunca ha estado el cómic de superhéroes. Puede que lo tratara de pasada, pero no era su raíz ni su corazón. Todo el que ama los superhéroes y ha sido lector empedernido sabe que lo primero es la épica heroica.

Algunos dirán: ¿y por qué no pueden llevar a cabo tal lucha homosexuales, o negros, o personas pertenecientes a minorías? ¿Alguien dijo que no podían? Por supuesto que pueden. Pero no al precio de destruir personajes ya conformados, solo para demostrar la fuerza política de “estar por encima de ellos”. No aprovechándose del prestigio ganado a pulso durante decenios, de personajes ya consolidados. Crea nuevos personajes gays, o negros, o rojos, o azules, o lo que sea, pero créalos tú, no te aproveches de los que ya existen para cambiarlos a tu antojo. Ten el talento y la capacidad de trabajo de crear grandes, grandísimos superhéroes con esas premisas, y deja en paz a los antiguos. No seas tan aprovechado.

Más aún: se pretende trasladar la lucha épica entre el Bien y el Mal, entre la Justicia y el Crimen, entre el Caos y el Orden… A la lucha identitaria: Inclusión vs. Exclusión, Minorías vs. Mayorías, Machismo vs. Feminismo. El foco de interés se ha cambiado hacia una exhibición gratuita de la sexualidad que no viene a cuento para nada en el cómic de superhéroes. Algunos dirán que esto es puritanismo y llevan toda la razón. El mundo superheroico es muy puritano y casi célibe. El sexo es algo no secundario, sino terciario o aún más lejano. Los héroes tienen sexo (se supone), pero no aparece nunca. A nadie le interesa lo que hace en la cama Tony Stark (aunque sea un playboy). Lo que interesa es verle en la armadura y pelear con dureza. El puñetazo y el rayo láser son más importantes que el orgasmo o la atracción sexual. Los lectores nunca han exigido escenas de cama de sus héroes. Para eso ya tienen el porno gratis en internet. Solo Howard Chaykin hizo bandera del sexo, y no en clave superheroica, sino como género negro, de espías y thrillers. Como transgresión, no como continuación, y creando con valentía personajes nuevos para situaciones nuevas, como también hizo Garth Ennis en The Boys. No aprovechándose de los antiguos. El erotismo tiene pautas y claves que no casan con los superhéroes. El mundo superheroico tiene otros códigos, códigos de guerra implacable, de cruzada y de batalla, los de la violencia y la lucha física, legitimada siempre por una moral y una ética basados en la justicia y el orden. Cámbialo todo y miles de periodistas e intelectuales que siempre despreciaron a los superhéroes por machistas e infantiles, te lo agradecerán (aunque ni siquiera irán a ver tu película). Pero quizá ese sea tu Vietnam en las taquillas, porque no creo que a los lectores de toda la vida les haga mucha gracia que les cambien los códigos básicos de su género favorito.

 

 

Al transformar los viejos héroes se constata un poder social: demostrar no que Spiderman puede destruir a Galactus (este es el lenguaje que entiende el lector), sino demostrar que Spiderman “también puede ser gay” o que Hawkman “también puede ser negro”, solo porque yo, o nosotros, lo ordenamos así. Podemos hacer lo que nos dé la gana con los grandes superhéroes, no para mejorarlos como superhéroes, sino para que nos sirvan en nuestra lucha social. Es posible que en estos días esto suene cruel, horrible y ofensivo. Pero es la verdad. El arte, la literatura y el cómic son lo más duro que existe. O se analizan hasta el fondo o jugamos todos al corro de la patata.

En segundo lugar, los superhéroes son los personajes menos cambiantes que puedes encontrar. Spiderman, Batman, Superman, el Capitán América… Son todos personajes tan estables, tan conservadores, que parecen casi rígidos. Son tan previsibles como la Coca-Cola o como un chupete. Son eternos, no pasa el tiempo por ellos y no pueden morir jamás. Todos los intentos de cambiar a estos personajes han terminado en fracaso. Ya se intentó “matar” a Superman o a Batman y a muchos otros, en maniobras de marketing que también eran un engaño. Y no funcionaron. Bruce Wayne o Clark Kent siguen vivos y mantienen su discurso básico. A Batman, creo, le quieren liar con Catwoman. Esto es una estupidez como un camión porque Batman es un solitario, no puede tener novia ni esposa ni amante ni enamorarse de nadie. Bruce Wayne tal vez sí se acueste con mujeres de vez en cuando, pero Batman es un monje guerrero obsesionado en su cruzada particular. ¿Batman con novia y con problemas sentimentales y tal vez algún día con hijos y nietos? Otro ejemplo de no saber hacer las cosas. Solo Frank Miller vio claro en Dark Knight el futuro lógico de Batman: viejo, hosco, arrogante y duro. Y solo. Batman en un romance… Saldrá mal. Spiderman se casó y fue un timo, pero sobrevivió a pesar de todo, y además luego pretendieron borrar de un plumazo su etapa matrimonial, dejarle soltero y mandarlo de vuelta como reportero gráfico; lógico: alguna mente clara entendió que se había cometido un error conceptual con el personaje y trataron de solucionarlo antes de cargárselo por completo.

 

 

El poder de los grandes superhéroes, los mejores, es que no cambian. Son eternos, como los dioses griegos, no envejecen y no mueren. Son inmortales. Batman lleva decenios jugando a los mismos juegos de locura y oscuridad con los mismos psicópatas de Gotham… ¿Alguien se ha cansado de ello? Nadie. De hecho, sus fans piden más y más y más de lo mismo. Nunca se cansan de verle perseguir al Joker, al Acertijo y al Pingüino. No quieren experimentos. Alguien le preguntó a Angus Young: ¿por qué todas las canciones de AC/DC suenan igual? Respondió: porque son del mismo grupo: AC/DC. Y sus fans compran uno tras otro sus discos aparentemente “iguales”. ¿Por qué adoramos ver al trepamuros en las mismas cornisas y edificios de NY una y otra vez, luchando contra el Buitre, Octopus, etc.? ¿Por qué no queremos verlo en el Sahara, o en la selva tropical, o llevando una ametralladora y un lanzagranadas? Porque él es Spiderman y eso es lo que quieren sus lectores, una y otra vez, con guionistas que amen y respeten al personaje, guionistas que tal vez hagan mover las fichas en distintas combinaciones, pero respetando siempre las mismas reglas de este ajedrez.

Vamos a imaginar que yo quiero cambiarle la orientación sexual a, por ejemplo, Estrella del norte, y convertirlo en 100% hetero en una tierra alternativa o en su mundo habitual, y para más inri le quita la novia a Vindicador en Alpha Flight y además reniega de los hombres porque él es muy hetero. No solo sería absurdo, sino malintencionado. Sería una venganza. ¿Queréis ver a Powerman en versión Brad Pitt, que pasa por el Harlem y dice: “Hey, brothers and sisters afroamericanos, voy a montar una oficina de Héroes de Alquiler en pleno Harlem con mi carita blanca y mis ojos azul cielo y mi pelo más rubio que el de He-Man! ¡Os quiero!”? ¿Y que a todos los negros del barrio les pareciese natural y gritasen: “Yeah, cool, cool, my brother!»? Esto sería la mayor tontería en el mundo del cómic en siglos. Y es una tontería del mismo calibre que pintar de negro a los héroes blancos. Y sin embargo, muchos aplauden como focas. ¿Por qué? Porque en realidad les importa un bledo el personaje o su mundo particular. Y cuanto más retuerzan y falseen al personaje, mayor es la medida de su poder, porque además todos callan por miedo al “qué dirán”.

Aquí reside la clave: a quienes pretenden cambiarle el color a Hawkman o la orientación sexual al trepamuros no les importan los superhéroes; solo quieren defender sus propios intereses y sus propias luchas (algunos también lo hacen por postureo porque igualmente les dan igual tanto los negros como los homo y bisexuales, y muchos más simplemente callan por miedo al juicio social). Y esto es algo que a los lectores de toda la vida enojará. Se lo huelen. Y por ello no irán a ver estas películas. No por ninguna homofobia ni racismo ni tonterías de este tipo. No hay nada de eso entre los lectores de superhéroes. Como millones de jóvenes, yo fui heavymetalero y amaba a los Judas Priest. Cuando la gente se enteró de que el cantante Rob Halford era gay, ¿alguien dejó de oírles? Ni un solo heavy heterosexual dejó de amar a este hombre. Porque antes que nada, antes que homo u hetero o bi o lo que fuese, era un dios del Heavy Metal. Le daba a su público lo que su público quería. ¿Algún fan hetero de Queen dejó de oír a su banda al conocer la orientación de Freddy? Ni uno. Ni siquiera los más conservadores. Dejaos de conspiraciones homofóbicas o racistas. No existen.

Lo que no le entra en la cabeza a muchos es que si te gustan los superhéroes no vas a respetar a un personaje solo por haber sido oprimido por su color o su orientación sexual. El lector no le debe nada a ningún colectivo. No le debe nada a nadie. No acepta chantajes morales. El personaje solo será respetado si se gana página a página el respeto del lector. Si creas superhéroes rudos y esforzados hasta la médula, que respeten las premisas de su universo superheroico, nadie les va a rechazar porque se acuesten con quien les dé la gana. Si creas personajes blandos, sensibles, suaves, victimistas y quejándose de manera velada o explícita de la sociedad horrible y lo mal que los tratan, personajes más conocidos porque son gays o negros o mujeres, que por reventar a puñetazos o rayos al criminal, los lectores no los van a ver nunca como superhéroes. Y lógicamente, no los van a respetar. El respeto primero deben ganárselo. El comic de superhéroes es épica y por tanto, a pesar de todos los demás subtextos, a pesar del humor y el tono juvenil, es tragedia, es un mundo duro de luchadores que sangran y sufren y jamás se rinden aunque les pisoteen la cabeza. Cuando murió Gwen Stacy se dio un puñetazo en la mesa y se dijo: “se acabaron las tonterías, esto no es para niños”. El victimismo y la queja social están prohibidos aquí. Como mucho valen para un número o dos (ya se hizo con las drogas en los años 60 y 70, y fue de pasada, no troncal). El lector no va a pagar si intentan venderle la moto de la inclusión, justicia social, etc. Si tratas de vendérsela le estarás engañando y tomando por tonto y faltándole al respeto, como bien señaló Raymond Chandler.

 

 

Se repetirá una y otra vez el mantra de “no pasa nada, todo seguirá igual”, “no se puede ser intolerante, se debe ser comprensivo…”. Es decir, jugar la carta del chantaje moral y de la culpabilidad. Si no aceptas mis premisas estás manteniendo sistemas injustos para mí y para los míos. Bien, pero si tú no respetas las premisas de un personaje que amo… ¿por qué tengo yo que respetar tus intereses? A un estafador no se le respeta, sea del color que sea ni se acueste con hombres o mujeres. Y tú, al romper las normas de verosimilitud de mi personaje de decenas de años, y al cambiarle algo tan básico como el color o el gusto sexual, te estás cargando a mi personaje. Me parece muy bien tu lucha y te deseo toda la suerte del mundo, pero deja en paz lo que yo creo que debe ser dejado en paz.

El cine ha entrado en escena y todo ha cambiado. En el mundo del cómic los editores, guionistas y dibujantes echaron los dientes leyendo tebeos de superhéroes. Aman el universo de los superhéroes y lo entienden y respetan. Pero en el mundo del cine, no. Solo quieren beneficios, resultados e impulsar corrientes de opinión. Los productores (a diferencia de los editores) no tienen por qué emocionarse leyendo un cómic de Spiderman dibujado por John Romita senior, ni tampoco un X-Men de Claremont y Byrne. En estos tebeos solo verán posibles beneficios, no magia. Y en este nuevo ámbito la verosimilitud de los personajes ya creados y su mundo… Eso les importa esto: cero. Sí hay directores que han crecido leyendo comics y los quieren, y han hecho (con mayor o menor talento) películas que mantienen el espíritu original. Pero el cine es implacable y empieza a asomar la nueva tendencia: aplastar como un tanque los viejos códigos y conceptos. O al menos, dejarlos en segundo o tercer lugar.

Siento decirlo, pero una auténtica horda de aprovechados van a utilizar (ya están utilizando) el viejo y jodido mundo de los superhéroes para vendernos “su moto”. ¿Triunfarán? A la corta cosecharán fracaso tras fracaso en taquilla, pero a la larga tal vez sí tengan éxito. Son unos aprovechados sin escrúpulos por eso, porque ni aman ni les importan esos comics. Utilizan los personajes más fuertes y consolidados porque no tienen ni el talento, ni la voluntad, ni por supuesto el amor por el género para crear nuevos personajes interesantes ajustados a sus preferencias. No quieren arriesgarse, sino saquear lo que se ha tardado decenios en construir: demostrar que pueden volver negros a todos los blancos, incluso a Superman si se lo proponen, y homosexuales a los heterosexuales, o cambiarle el sexo a quien les dé la gana. Que pueden poner su bandera conquistadora encima de cada uno para demostrar su fuerza en la sociedad. Y si protestas eres algo muy feo acabado en “fobo” o “ista”, lo cual constituye el tabú social, la marca de la degradación. Pero el lector clásico huele a la distancia el engaño. El engaño apesta. No va a pagar por esto. Al menos, creo que muchos no lo harán.

Estoy convencido de que hay cabida en los superhéroes para todas las orientaciones sexuales y para un millón de personajes de cualquier minoría racial. Ahora bien, esto significa respetar a los que ya hay. Si hay una buena historia superheroica, si hay mito y leyenda y épica, al lector no le importará la piel ni con quién se acuesta el superhéroe de turno. Si son soldados guerreros en la lucha entre el Bien y el Mal se les aceptará de inmediato, de eso no me cabe ni la más mínima duda. Pero si tratan de vender motos de derechos, inclusión, justicia social y otras cosas por el estilo, el lector clásico simplemente no entrará en el juego porque no quiere esa moto. No le interesa. Las campañas de publicidad basadas en aspectos no épicos, sino sociales o políticos, simplemente destrozan a la película. Incluso grandes películas superheroicas pueden irse al abismo antes de que se estrene por culpa de esta publicidad (alentada por las propias productoras). El cine de superhéroes se nutre, creo yo, al menos en un 50% de veteranos lectores de comics, no de espectadores que nunca han abierto un tebeo de Thor o de Lobezno.

¿Cuál es el futuro? No lo sé. Pienso que seguirá habiendo películas de superhéroes, pero si se centra el foco donde no se debe y se emperran en hacer trampas con los personajes ya creados y tomar a los lectores por tontos, luego que no se quejen de cada batacazo. Téngase en cuenta una cosa: al lector solo le importa una cosa: él mismo. Le da igual la vida y obra del autor, su simpatía o antipatía, le da igual cualquier cosa que no sean sus intereses y satisfacción personales. Le dan igual las causas sociales o las políticas de inclusión. Solo quiere lo suyo. Sé honesto, dáselo y estará siempre junto a ti. Véndele su moto. Si por el contrario se establecen precedentes publicitarios que pongan el foco en asuntos que no le interesan, por puro condicionamiento de Pavlov va a asociar cualquier personaje negro u homosexual con la inclusión, lucha social, etc, y no con lo que le interesa. Y va a alejarse cada vez más. Cuidado, porque algunos están cavándose su propia tumba. A un lector de comics de superhéroes no te lo ganas hablándole en tu lengua. Primero debes aprender a hablar la suya y entonces esforzarte por ofrecerle algo que le guste. Los productores y cineastas deberían ir ellos al mundo de los lectores, no exigirles a los lectores que vayan al suyo. Si no se conoce el nicho del producto y al comprador objetivo, el producto está destinado al fracaso.

Por favor, no cambien a los personajes. Utilicen los buenos superhéroes negros que ya hay (Pantera Negra, Powerman, Night Thrasher, Icon, el Halcón, Deathlock, Cyborg… Ahí ya tienen para muchas series distintas). Usen los personajes homosexuales o bisexuales que ya hay, o bien creen nuevos personajes interesantes. Les aseguro que un justiciero enmascarado gay que le rompe la cabeza a patadas a un malvado y le vuela la cabeza a los delincuentes va a tener su legión de fans heteros… Aprendan el idioma del lector y primero busquen satisfacer sus necesidades; no le culpabilicen ni le llamen homófobo o racista o sexista, porque estás insultando a tu comprador, a la mano que te da de comer. Respétenle. El lector tiene un olfato muy fino y se huele la propaganda a la legua. Y no va a comprar una moto que no sea la suya.

Así están las cosas. Solo el tiempo nos dirá qué puede ocurrir.

Andrés Díaz Sánchez

2 Comentarios
  • José María Bravo
    Publicado a las 21:01h, 20 octubre Responder

    Excelente —si bien prolijo— artículo, Andrés. Coincido plenamente con tus puntos de vista. Ahora bien, en estos tiempos que corren, decir esto en ciertos foros te expone a una lapidación… aunque siempre estar con la lengua refrenada tampoco es forma de vivir.

  • Andrés Díaz Sánchez
    Publicado a las 16:46h, 23 noviembre Responder

    Hola, José María, gracias por tus palabras, y perdona por no haberte contestado antes. Todavía estoy un poco pez en esto de la web jajaja!

    En efecto, llevas razón, hoy en día te pueden lapidar simplemente por dar la opinión. Yo también me reprimo mucho, pero alguna vez llegas a tal hartazgo que se te cruzan los cables y lo sueltas todo del tirón. Tendríamos que hacer algo así a menudo porque a fuerza de callarnos todo la estupidez y la censura siguen avanzando.

    Pero es natural, somos humanos y no somos perfectos. En todo caso, esta historia del Spiderman gay, sumado a otros muchos cambios cromáticos de epidermis y cosas por el estilo, suponen un granito más de arena en el inmenso desierto de estulticia que nos rodea y que amenaza con asfixiarnos. En fin, habrá que sobrevivir como se pueda.

    Un abrazo.

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