Africanus

Trilogía Africanus, de Santiago Posteguillo

Índice

Introducción

 

La trilogía literaria Africanus, del autor Santiago Posteguillo, está compuesta por tres novelas: El hijo del cónsul (2006), Las legiones malditas (2008) y La traición de Roma (2009). En ellas se nos narra la vida entera de Publio Cornelio Escipión el Africano, el gran general romano que venció al mayor enemigo de Roma: Aníbal Barca. Por su descripción tanto de los distintos personajes como de los grandes conflictos políticos y bélicos de la época (sobre todo, la Segunda Guerra Púnica), se trata de una de las series de novela histórica ambientadas en la Antigua Roma más brillantes y atractivas.

Hay pocas épocas históricas tan emocionantes y aprovechables desde un punto de vista literario y cinematográfico como la Segunda Guerra Púnica. Ni la mayor de las superproducciones de Hollywood ni el mejor plantel de guionistas de la mejor serie de TV podrían haber urdido semejante escenario no solo de batallas y gestas heroicas, sino también de enrevesadas tramas políticas, en las que el poder, la riqueza y el fasto de los clanes familiares (Barca, Escipiones y otros) dejaría en paños menores al «culebrón» más complejo. Es una época de personajes heroicos que parecen más grandes que la vida misma, seres que por sus actos no parecen humanos, sino semidioses: Aníbal, Publio Cornelio Escipión, Marco Porcio Catón, Fabio Quinto Máximo…

Esta época arroja momentos épicos casi insuperables, como la marcha de Aníbal a través de los Alpes, su invasión de Italia, las batallas que protagonizó, casi todas estudiadas y admiradas durante siglos por eruditos de la historia militar, con preeminencia de Cannae, quizás la «batalla perfecta» de la Historia, así como la batalla de Zama, donde por vez primera la infantería resiste con éxito una carga de elefantes. No es menos literaria (hasta el punto de que si no hubiera ocurrido, no lo creeríamos) la resistencia de Roma cuando todos daban por perdida su guerra contra Aníbal.

Y como colofón, el devenir trágico de los dos grandes protagonistas, Aníbal Barca y Publio Cornelio Escipión, ambos traicionados por sus propias naciones, a las que dieron gloria y victorias y también su sangre y la de sus familias, y que fueron pagados con el desprecio y el destierro. Es como si la Historia misma hubiera creado un guión superlativo para una gran superproducción. Pero lo más fascinante es que todo ello ocurrió de verdad, que esas gestas las hicieron personas de carne y hueso, tan reales en su momento como nosotros en este.

En efecto, la Segunda Guerra Púnica y el devenir de sus dos grandes protagonistas, Publio Cornelio Escipión y Aníbal Barca, exigía una magna obra y se han hecho buenas novelas sobre el tema. Pero quizás ninguna supere a la que hoy tratamos, la trilogía Africanus, dedicada a la vida de Publio Cornelio Escipión y escrita por Santiago Posteguillo.

La obra está compuesta de tres volúmenes: El hijo del cónsul, Las legiones malditas y La traición de Roma, que fueron publicadas dese el año 2006 al 2009 por Ediciones B. Cada volumen puede parecer a primera vista atemorizador debido a su elevado número de páginas, pero la trilogía cosechó un gran éxito , con numerosas ediciones y un público que devoraba estos gruesos volúmenes y que al terminar cada uno esperaba el siguiente con impaciencia. Cuando aparecen tantos y tantos libros sobre la Roma Antigua, y cuando la Segunda Guerra Púnica ha sido tratada en distintas ocasiones, podría parecer extraño el impacto de Africanus sobre el público. Pero su éxito tiene sus razones, que en este artículo se van a abordar.

 

Santiago Posteguillo

 

Estructura de la obra

 

Si bien todo la trilogía parece escrita «de una sola vez» y mantiene siempre el mismo estilo literario y capacidad de entretener al público, por lo que se narra en cada volumen hay una clara estructura de la obra, que se corresponde con la propia vida del personaje histórico, Publio Cornelio Escipión. Podría decirse que los dos primeros volúmenes abarcan la Segunda Guerra Púnica (el primero acaba con la conquista por parte de Publio de Qart Hadash, la Cartagena hispánica, y el segundo termina con la batalla de Zama, gran victoria de Escipión y Roma y gran derrota de Aníbal), y el tercer volumen abarca desde Zama hasta la muerte de Publio Cornelio Escipión.

Cabe hacer un resumen somero de lo que ocurre en cada libro. En El hijo del cónsul (como su propio título hace ver) Publio Cornelio Escipión aún no ha alcanzado la fama y la gloria, aunque ya despunta por su capacidad estratégica y su valor. Es uno más de los muchos generales de Roma y se le conoce sobre todo por ser hijo del cónsul Publio Cornelio Escipión. El volumen comienza con la infancia y adolescencia de Publio, joven noble que ya es adiestrado para la vida guerrera: luchar en la batalla y liderar ejércitos, pues la paz de Roma con Cartago tras la Primera Guerra Púnica parece débil y, si no es este enemigo, otro será contra el que Publio deba luchar en el futuro. Publio es adiestrado en las armas junto a su hermano Lucio Cornelio por su tío, Cneo Cornelio Escipión. Pronto pasará a filas y las cosas se complicarán cuando gracias a Quinto Fabio Máximo, némesis de los Escipiones y personaje que el autor pinta como pérfido malvado, Cartago entra en guerra de nuevo con Roma. Asistimos a la espectacular invasión de Italia de Aníbal, a sus grandes victorias de Tesino, Trasimeno y finalmente Cannae, la humillación de Roma, de la que Publio logra escapar. Tras estos hechos, Publio ha de ha de luchar en otro escenario: Hispania. Allí cosechará contra todo pronóstico uno de sus primeros éxitos: la conquista de Qart Hadasht (la moderna Cartagena). Si bien el enemigo visible es el todopoderoso Aníbal de Cartago, hay otros enemigos no menos peligrosos para Publio y su familia dentro de Roma: Quinto Fabio Máximo y un todavía joven Marco Porcio Catón. Ya desde el primer volumen abundan las intrigas políticas, algo presente en toda la saga.

En el segundo episodio, Las legiones malditas, Aníbal aparece como una figura casi invencible, dueño y señor de media Italia. Muertos su padre y su tío y ya líder de la familia Escipión, Publio propone una nueva forma de luchar: llevar la guerra a la propia Cartago para enfrentarse allí, y no en Italia, con Aníbal. Esta misión parece a todas luces imposible, y solo por ello sus enemigos políticos le permiten emprenderla, para que coseche un fracaso tal que acabe políticamente con él y con su familia. Para hacerle la tarea aún más difícil, le conceden el mando de las dos únicas legiones supervivientes de la masacre de Cannae, marcadas por la cobardía y la deshonra, y desterradas a Sicilia: las Legiones Malditas. Publio deberá tomar el mando de ellas, devolverles la disciplina perdida y atacar a los cartagineses en la propia África. Contra todo pronóstico y a costa de muchos sufrimientos y peligros, Publio consigue su objetivo y vence a Aníbal y sus elefantes en la gran batalla de Zama, aniquilando al ejército cartaginés y provocando el fin de la guerra.

El tercer volumen, La traición de Roma, comienza con el Triunfo de Publio Cornelio Escipión, general que terminó con la guerra más cruenta y temible que había sostenido Roma. Es el vencedor del peor de los enemigos: Aníbal, y vencedor también sobre sus enemigos políticos en el Senado, primero Fabio Quinto Máximo (ya muerto) y ahora el tenaz Marco Porcio Catón. Publio, casado y con tres hijos, imagina que a partir de ahora tendrá paz y que su vida se reducirá al ámbito político. Pero ha de viajar junto a su hermano para luchar contra el poderoso Antíoco III de Siria, un imperio mucho mayor que el romano. De nuevo parece una batalla perdida debido a los catafractos (la caballería pesada siria), hasta el momento invencibles. Pero en la batalla de Magnesia los Escipiones consiguen el triunfo y de nuevo demuestran que Roma es la potencia dominante no sólo en occidente, sino también en Asia Menor. No menos interesante resulta la cruenta campaña de Catón en Hispania, para someter a sangre y fuego a sus tribus rebeldes. En Roma, las intrigas y políticas se suceden una tras otra. Junto a la fama, Publio ha cosechado muchos enemigos, tan envidiosos como temerosos de su poder. Si bien en este periodo no hay enfrentamientos bélicos, las luchas políticas son tanto o más entretenidas, y no menos implacables. Todo esto se cobra un fuerte desgaste en Publio, no sólo políticamente, sino en lo personal y familiar. Y por fin Catón logra mediante tecnicismos legales y una absoluta falta de escrúpulos poner a Publio en tal situación, que debe decidir entre la guerra civil contra una Roma que quiere destruirle de cualquier modo, o el destierro. Para evitar un baño de sangre y la muerte de toda su familia Publio elige lo segundo y pasa el resto de sus días lejos de la urbe, amargado y rencoroso por lo que considera una traición de Roma. Y al mismo tiempo que todo esto se describe, contemplamos al otro gran desterrado y traicionado, Aníbal Barca, vendido a Roma por los políticos de Cartago, a pesar de sanear económicamente la ciudad, y luego obligado a vagar de reino en reino como general mercenario, siempre en lucha contra Roma. Al final él también morirá, aunque los romanos no tendrán el placer de llevarle encadenado por las calles de la urbe, pues prefiere el suicidio a ser capturado vivo.

Como se ve, solo con narrar de manera detallada y documentada los hechos principales podría escribirse una saga entretenida y emocionante. La vida de Publio Cornelio Escipión es un torbellino de tales hechos épicos y políticos, de tanta envergadura histórica, que muy malo debiera ser el escritor si no lograra al menos interesarnos por ellos. Pero en este caso, además, hay que reconocer que a Posteguillo le sobran méritos y virtudes como autor de novela histórica.

 

 

Épica. Lo militar.

 

Al estar la vida del protagonista ligada a la guerra y al ejército, lógico sería pensar que el autor se preocupe por reflejar de manera correcta estos ámbitos. Los hay que no lo hacen, pero no es el caso de Posteguillo.

La vida no solo del ejército romano, sino también del púnico o incluso de otros, como el sirio de Antíoco III, queda descrita de manera minuciosa, desde el soldado, el centurión, el tribuno y hasta el cónsul. Todo queda reflejado con exactitud: panoplia de armas, pertrechos, uniformes, adiestramiento, táctica de las batallas (se agradecen los mapas de las principales luchas), estrategia a gran escala de cada guerra, intendencia, sistemas de mando y jerarquías, fortificaciones y otros muchos aspectos que nos acercan a la vida de los guerreros de esa época. No sólo tenemos la visión estratégica de los grandes generales (a través de ellos se nos explica lo que es la guerra y el porqué de cada derrota o victoria, con claridad), sino también la de los soldados y centuriones de la tropa.

Hay que destacar el enfoque realista de la psicología del guerrero. A menudo suele presentarse una imagen estereotipada, negativa y poco honorable del soldado romano, en la que abundan los prejuicios personales e ideológicos sobre lo que Roma supuso para los pueblos conquistados. Fruto de todo ello, se muestra a los legionarios como monstruos sanguinarios que dejaban tras de sí un rastro de mujeres y niños muertos, saqueadores, simples carniceros y matarifes para los pobres bárbaros conquistados. Incluso se ha soslayado su valentía, como si fueran matones y abusadores de unos débiles enemigos (nada más lejos de la realidad).

Posteguillo nos presenta una visión distinta, en la que al soldado romano le define en primer lugar su fidelidad a la patria y su disposición a morir por ella, o al menos a morir antes que sufrir la deshonra de la derrota. Esto, algo común a casi todos los soldados que han existido, se ha tergiversado en  obras que más bien parecen panfletos antibelicistas. La trilogía Africanus abunda en sacrificios hechos por soldados, centuriones y oficiales. Impera la idea de que la disciplina era sagrada. Y como sucede en el ejército romano, también ocurre en el púnico. Esto no quiere decir que no haya saqueos ni atrocidades sobre los civiles; el autor no los oculta pero tampoco los exhibe con saña. Así, la imagen del ejército romano es ambigua y realista, ya que no siempre son unos carniceros ni siempre luchadores inmaculados. Al final, y como suele ocurrir, lo que cuenta es la calidad estratégica y moral de los mandos.

Las batallas son descritas (tanto en los prolegómenos como en el nudo y el desenlace) de manera sobresaliente. El autor emplea una técnica efectiva: llevar la acción de cada batalla a distintos escenarios simultáneos y hacérnosla ver no solo a través de un solo protagonista, o dos, sino a través de hasta cinco o seis: la caballería de cada ala, la vanguardia de la infantería, la retaguardia, la lucha de los soldados o la toma de decisiones de los generales. Con esto cada batalla gana en riqueza y matices y el lector puede comprenderla mejor. No se nos escatiman momentos de crudeza épica y de un heroísmo exacerbado, lógico entre gentes que van a vencer o a morir.

 

 

Intrigas políticas

 

A la par que los hechos militares sucede la «guerra sin sangre»: la política. Este otro tipo de guerra resulta tan implacable y sucia como la otra, y a menudo sus protagonistas también se juegan la vida porque el enemigo puede acudir al asesinato. La prueba de tal peligrosidad  es que los senadores romanos suelen llevar siempre una daga oculta y que los plenos están custodiados por soldados, atentos a intervenir en cualquier altercado violento. Mucho tiempo después, incluso el hombre más poderoso del mundo occidental, Julio César, fue asesinado a cuchilladas por los propios senadores. La sangre y la violencia en el Senado era una posibilidad muy real que se daba también en los tiempos de Escipión.

La lucha política se produce entre dos bandos bien diferenciados. En un lado están los Escipiones: primero Publio Cornelio Escipión (padre), luego sus hijos Publio y Lucio, y por último el propio hijo del protagonista de la saga, Escipión. En el otro lado está el poderoso Quinto Fabio Máximo y su secuaz y después también cónsul, Marco Poncio Catón.

El autor nos presenta a los Escipiones como progresistas y dinámicos, abiertos a otras culturas, como la griega. Quieren una Roma ágil y osada en su papel internacional. Sus enemigos sin embargo pertenecen al orden senatorial más rancio, que odia toda influencia extranjera y solo desea una Roma anclada en el pasado. A veces estas dos visiones traslucen un poco de maniqueísmo ya que unos son demasiado buenos y los otros demasiado malos. Es uno de los pocos errores de la serie.

En este escenario, las luchas políticas son muy intensas y pueden ser incluso más épicas (a su manera) y atractivas que las batallas campales. Se trata de un desafío de inteligencia y estrategia, un ajedrez complejo con las instituciones romanas de fondo, a veces retorcidas e incluso violadas en la lucha por el poder.

 

Africanus

Guerreros celtíberos de Aníbal (Angus McBride)

 

Los personajes

 

La obra muestra grandes personajes principales: Aníbal, Publio Cornelio Escipión, Quinto Fabio Máximo y Catón, pero los secundarios son muchos y tampoco tienen desperdicio.

Magnífica es la caracterización del escritor Plauto, uno de los mejores personajes de la saga, autor de comedias, y sin embargo con una vida trágica y amarga. Plauto representa el contrapeso de la plebe, del individuo anónimo que desconfía de las instituciones, de la aristocracia y de la política en general. Este personaje abomina del sinsentido de la guerra y de un patriotismo lerdo y necio que lleva a miles de jóvenes a morir en tierras lejanas, frente al poder de los nobles, los senadores y los guerreros. Parece casi un personaje de otra época, quizás de nuestra época, antes que alguien nacido y criado en un mundo violento y sin piedad.

Posteguillo por tanto permite una interesante ambigüedad acerca de la guerra: la visión épica y heroica de los soldados y generales, que se dejan la piel y la vida en el campo de batalla por su país…, y el discurso cínico y amargo, el del ciudadano arrastrado por todos estos acontecimientos, por fuerzas implacables que le superan y destruyen su paz y seguridad cotidianas. El autor demuestra su habilidad al permitir la convivencia de ambas visiones, que enriquecen el conjunto de valores reflejado en la obra.

También hay otros personajes humildes, ajenos al poder y a las luchas del poder, como la esclava Netikerty, una bella egipcia, juguete en manos de los hombres ricos, que sin embargo encontrará el valor y el orgullo necesarios para sobrevivir en un mundo que no tiene piedad con los débiles. El devenir de este personaje, pese a su baja condición social, está muy ligado a Cayo Lelio (compañero de luchas de Publio) e incluso al propio Publio, llegando a depender su vida en cierto momento de la esclava egipcia.

A pesar de tratarse de una saga épica en la cual el peso político y bélico queda en manos de los varones, las mujeres tienen un papel importante en ella. Pretender que las mujeres no han tenido ninguna importancia en la Historia, incluso cuando no tenían un poder legal real, como pretenden contarnos algunos discursos actuales, es conocer poco la Historia y en general al ser humano. Como bien se ve en esta trilogía, las mujeres tienen un gran peso en los corazones y las mentes de los hombres, y en ocasiones pueden luchar por el poder e intrigar, dominar a los varones poderosos con sus propias artes y armas, y provocar decisiones que afectan a miles y miles de personas y a países enteros.

El autor no es políticamente correcto. No pretende enmascarar la realidad y por tanto nos presenta una sociedad en la que los hombres tienen el poder económico, social y político, y en la cual las mujeres están subordinadas a ellos. Pero aún así ellas ejercen influencia gracias a su belleza y su inteligencia. A la citada esclava Netikerty habría que añadir a Emilia, esposa de Publio y digna matrona de Roma, orgullosa de su familia y dispuesta a defenderla y darle siempre buen nombre. También destaca Sofonisbá, hija del general púnico Giscón y mujer fatal que gracias a su belleza fascinadora, su astucia y su capacidad manipuladora enamora y maneja a los hombres a su antojo. Lasciva y osada, Sofonisbá es todo lo contrario a la digna matrona Emilia. Los reyes que prueban a la cartaginesa dirigen la política de sus países en función de lo que ella desea. En cierto momento se llega a decir que junto a Aníbal, Sofonisbá es el peor enemigo de Publio Cornelio Escipión y de Roma. Hay que citar igualmente a Cornelia, hija pequeña de Publio, mujer rebelde que no acepta los matrimonios de conveniencia que le propone su autoritario padre. Sin embargo, y tal vez por su carácter indomable, Cornelia es su hija más querida y a la que más recuerda en los momentos de infortunio.

Es necesario destacar el papel de los dos «malos» de la saga: Quinto Fabio Máximo y Marco Porcio Catón, discípulo de aquel, ambos integrantes del mismo bando político. Son enemigos letales de los Escipiones y de manera indirecta causan la muerte de algunos de ellos y la caída final en desgracia del propio Publio.

Sorprende la imagen que da el autor de Quinto Fabio Máximo, porque muchos historiadores alaban su templanza e inteligencia, al ser el único que supo pelear contra Aníbal de manera sensata mientras el cartaginés estuvo en suelo italiano, es decir, mediante el desgaste y evitando los encontronazos fatales, como Trebia, Tesino o Cannae. Sin embargo, en esta serie aparece como un malvado sin ningún tipo de escrúpulos, traidor y manipulador, un ambicioso sin medida que solo busca el poder personal y que para ello no duda en arrastrar a Roma a una segunda guerra contra Cartago. El autor carga las tintas también en lo íntimo al pintarle como un sádico que disfruta azotando a jóvenes esclavas desnudas, lo cual parece casi exagerado y no tiene fundamento histórico.

Y es que, como ya se dijo , uno de los pocos errores de la serie es que los buenos son demasiado buenos y los malos demasiado malos. No obstante, Quinto Fabio Máximo actúa en el fondo movido por principios, pues desea una Roma poderosa e invencible y para conseguirlo cualquier medio es bueno. Menos mal que hay alguna que otra pincelada humana en él, como el dolor sincero por la muerte de su hijo.

El otro malvado, Marco Porcio Catón, es igual de tenaz, astuto e implacable, igual de indiferente al dolor ajeno e igual de racista con todo lo que no sea romano. Pero no tiene apetitos lascivos y no le gustan la buena comida o el buen vino. Es tan severo consigo mismo como con los demás. Aunque no resulta un estratega tan brillante como su mentor, le sobra tenacidad: aunque derribado y vencido muchas veces, vuelve a levantarse siempre para planear un nuevo golpe, y finalmente acaba venciendo y provocando el destierro de su enemigo Publio Cornelio Escipión, el hombre que salvó a Roma de Aníbal. Este coraje sin límites ante cada derrota casi parece redimir a un personaje tan vil. Catón es un fanático y esto sí concuerda de lleno con los hechos históricos, al menos mientras duran los sucesos de la serie, pues al final su vida dio un giro brusco y protagonizó escándalos amorosos con una esclava, con la que incluso se casó. Si bien el enemigo de la República parece ser Aníbal, los auténticos gusanos que la horadan y pueden provocar su corrupción y derrumbe están dentro y son estos dos magníficos malvados.

 

Africanus

 

En cuanto al protagonista, Publio Cornelio Escipión, la visión que se da de él es brillante. La historia nos lo presenta como alguien que antepuso siempre los intereses de Roma a los suyos propios y que pagó un alto precio por ello. Tal vez esto no sea tan perfecto porque ya sabemos que a la Historia la recogen y muestran los vencedores (o los escribas al mando de los vencedores). Pero en alto grado la trilogía parece corresponder con la realidad. El personaje va evolucionando a lo largo de la saga y si al principio es un joven guerrero idealista (que no estúpido), poco a poco, a medida que va conociendo los sinsabores de la política, se vuelve más amargo y un tanto cínico. Finalmente es desgarrado por una Roma que le paga con el destierro todos los servicios prestados. Además, la relación con su familia se enfría y casi se rompe a medida que obtiene más y más fama y gloria… La moraleja de una fábula sobre el poder.

También vemos la evolución de Aníbal, parecida a la de Publio. Surge un paralelismo entre los dos personajes que el autor no intenta disimular. Aníbal y Publio son dos guerreros patriotas que luchan por sus países y que ganan muchas batallas campales. Pero lo que no logra la lucha limpia lo consigue la traición. Ambos son derrotados en realidad por la insidia de los políticos, por la envidia y el odio hacia todo lo grande y lo sublime en sus respectivos Senados. Ambos caen en desgracia y se ven obligados a irse de su tierra, orgullosos pero dolidos.

Aníbal, el hombre más temido de Occidente, en su madurez se convierte en general mercenario de reyes necios que desoyen sus consejos y por eso pierden una y otra vez ante Roma. Y al final Aníbal se suicida para no sufrir un cautiverio y una ejecución humillantes. Es magnífica la escena en la que los soldados romanos tiemblan incluso ante su cadáver y no se atreven ni a tocarlo, pues hasta muerto les produce temor. Como bien dice Publio en sus últimos momentos de vida, él se siente unido a Aníbal y piensa que en otras circunstancias podrían haber sido amigos.

 

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Batalla de Cannae (Peter Dennis)

 

El estilo. Rigor histórico.

 

Santiago Posteguillo es un narrador nato. Posee el don no solo de contar los hechos interesantes de manera interesante, sino también de despertar el interés cuando habla sobre los cotidianos y anodinos. Por ello resulta entretenido leerle tanto cuando habla de salvajes batallas o intensos debates en el Senado… como cuando trata el día a día romano o púnico, las costumbres militares y civiles, lo cotidiano y por tanto exótico, en una época histórica tan lejana para nosotros.

Su estilo es fluido pero no apresurado y se toma su tiempo en las descripciones, sin resultar cargante. Es una extraña combinación: el rigor histórico más exhaustivo se une a la habilidad narrativa de atrapar al lector. Hay hay lugares de transición y después picos de emoción, ya sea en las batallas, en los enfrentamientos verbales, en la toma de grandes decisiones que afectan a países o ejércitos, o en los momentos de tensión amorosa.

Hay mucha introspección psicológica para mostrarnos el carácter y la forma de pensar de los personajes. Esto da buenos resultados cuando se trata de los «malos», para así acercarnos a su forma de ser y de pensar, e incluso empatizar con ellos. Es un estilo que bebe mucho de los autores clásicos y en el texto abundan citas e incluso párrafos enteros de los auténticos personajes históricos, lo cual aumenta la verosimilitud.

Como defecto encontramos la repetición de afirmaciones y asuntos ya dichos con anterioridad, como si quisiera recalcárselos al lector, de modo innecesario. Esto sin embargo no es tan frecuente como para provocar el aburrimiento, pues si de algo puede presumir la obra es de su capacidad de entretener. Las setecientas u ochocientas páginas de cada volumen se leen no con esfuerzo, sino con facilidad.

El rigor histórico está asegurado. En esta asignatura no podemos hacer otra cosa que conceder un sobresaliente. Todo, desde la vestimenta de una esclava a la panoplia de un legionario, está descrito de modo perfecto. El autor usa con profusión vocablos latinos y ofrece su traducción en un  glosario dentro de los apéndices. También es exhaustiva la representación de la vida en aquella época, en todos los ámbitos sociales y en todos los países, con sus leyes, costumbres, usos sociales, tabúes y normas de comportamiento para los romanos, cartagineses, sirios, egipcios… y en todos los contextos. No se trata de hacer un escenario perfecto y luego incluir en él personas de nuestro mundo moderno, sino de crear personajes con la mentalidad propia de esa época, con sus convicciones y principios, a veces cercanos y a veces muy lejanos a los nuestros, y hacerlos funcionar de manera coherente.

Los personajes pueden haber sufrido cierta manipulación, como es lógica en toda adaptación novelada sobre la Historia, pero el grado de realismo es alto. Solo choca ese maniqueísmo ya mencionado con anterioridad, que vuelve a los buenos muy buenos y a los malos muy malos. Quitando ese detalle, el rigor histórico brilla con luz propia.

En resumen, la trilogía Africanus es una de las obras de novela histórica más notables que se han escrito sobre la Antigüedad, y algunos pueden considerarla como la novela definitiva sobre Publio Cornelio Escipión y las personas y acontecimientos que le rodearon. Un buen bocado para los aficionados a la Historia y su hija literaria, la novela histórica.

Andrés Díaz Sánchez

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